El proyecto Josemaría, a más de 4 mil metros sobre el nivel del mar en la cordillera de San Juan, es un desafío de adaptación. Cómo es el proyecto de cobre más grande del país.
El primer contacto con la altura, en lo que será la mina Josemaría, puede ser de un agrado engañoso por el paisaje y la bucólica sensación de “conquista” de la montaña. Alcanzan algunos pasos para darse cuenta que los más de 4 mil metros sobre el nivel del mar, la falta de oxígeno y un ambiente fuera de rango de la cómoda vida cotidiana, pesan. Agitación, dolor de cabeza y los costos de haber incumplido todos los las recomendaciones recaen sobre el cuerpo. “Tomen mucha agua, no se apuren”, repetían los expertos en seguridad. Tenían razón.
En esa zona, en la alta cordillera de San Juan, no había asentamientos humanos permanentes. No es lógico que los haya. Pero ahora crece una ciudad minera que no descansa, con más de 1000 personas que trabajan y están adaptados a esa vida en altura con el propósito final de extraer minerales metalíferos. En poco tiempo más serán 4 mil personas.
Está en San Juan, pero se mezclan los acentos. Los metalúrgicos mendocinos, los salteños especialistas en pozos de agua. Hay enfermeras y conductoras de camiones. Médicos, constructores, geólogos, ingenieros, cocineros, ayudantes, electricistas. Se encuentra casi todo lo que necesita una ciudad y, también, algunas cosas inmateriales para reemplazar lo que falta.
“Acá te convertís en la familia de muchos porque es mucho tiempo lejos de casa. Tenés todo y te acostumbrás, pero los afectos son los afectos”, cuenta Noelia, que trabaja para preservar la seguridad en el lugar y, además, oficia de amiga, familia y apoyo de muchos. La rutina es de 14 días en la altura, con doce horas de trabajo por cada jornada y 14 días de descanso en el llano.
“Tengo 14 días de vacaciones”, recuerda el mendocino Diego Amaya, con una sonrisa y un suspiro por estar dentro de las duras jornadas de trabajo.
Recursos de altura
Esa zona inhóspita, en el extremo noroeste de la provincia, se ha convertido en la promesa de riqueza del futuro inmediato por las reservas de cobre que guarda su cordillera. Las primeras campañas fueron a lomo de mula y campamentos rústicos, ejecutados por geólogos sanjuaninos. Ahora hay una infraestructura enorme en marcha, con más de 200 millones de dólares anuales de inversión.
Josemaría es el proyecto más avanzado de lo que se llama el Distrito Vicuña, que nuclea otros yacimientos cupríferos que están en exploración. Además de Josemaría están Filo del Sol, LunaHuasi, Las Pailas del lado argentino y Los Helados en Chile; todos proyectos ubicados en el mismo radio y con Lundin, un gigante minero de origen canadiense, como propietario. Argentina no tienen ninguna mina de cobre activa, pero en San Juan hay 5 de los 8 proyectos con mayor potencial para, aseguran, convertir en un país exportador relevante a Argentina hacia el año 2035; justo cuando aumente de manera exponencial la demanda de ese metal. Se supone, así lo dicen todas las proyecciones, que por el cambio en la matriz energética la demanda de cobre crecerá y habrá déficit de ese metal.
La mina está en preconstrucción y la empresa canadiense Lundin proyecta comenzar la explotación en unos 4 años. Hay condicionantes macroeconómicos que juegan y también una enorme logística por delante.