Primero, a lo obvio: el presidente memea. Fuerte. Esta semana circuló desde su cuenta de Instagram hacia el resto de las redes una nueva entrega de “Las Aventuras del León Libertario”, que a través de distintas imágenes de inteligencia artificial salva a los argentinos (y al mundo) de diversos males.
En esta ocasión los libera de una gran jaula, con el Congreso de fondo, que fija esta representación como metáfora de las virtudes de la llamada “Ley de bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos” (o “Ley Ómnibus”) que el oficialismo busca aprobar en la Cámara de Diputados esta semana.
El león libertario espantando a las ratas de la casta política, en una publicación de Instagram de Milei del 30 de diciembre. La pieza recuerda a un meme conocido que los libertarios usaron para captar adeptos macristas, en el que “las ratas (Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Axel Kicillof) eran muchas, entonces el Gato (Mauricio Macri) llamó al León (Milei)”.
Graciosamente, personas poco o nada propensas a la celebración automática de lo que postea Javier Milei comentaron que no queda muy claro en la imagen si la multitud está saliendo de la jaula o entrando en ella. Mucha teoría comunicacional y semiológica nos habilita a decir que, en la ambigüedad de una imagen estática, una secuencia de ese estilo (gente yendo hacia adentro / gente yendo hacia afuera) puede leerse de un modo u otro, siendo el encuadre ideológico un factor determinante.
22 de diciembre. Milei publica en Instagram una ilustración de la cuenta de humor gráfico @elgoldebedoya en referencia a los cacerolazos suscitados por el anuncio del DNU del día 20 de ese mes. Al igual que en la imagen del león, no se entiende si está encerrando al cacerolero (en referencia a su posición antiprotesta) o liberándolo (en referencia a su reivindicación del “que se vayan todos” del 2001) .
En efecto, la comunicación a través de memes y contenido digital, que se rige no tanto por ceñirse a verdades comprobables como a opiniones verosímiles para ciertos públicos, es propensa a caer en ese lugar donde dos personas distintas, ante lo mismo, ven cosas totalmente diferentes (podríamos llamar a esto el “efecto del vestido blaco y dorado o negro y azul”). Pero bueno, lo cierto es que en la imagen del león las personas están –de manera inequívoca– mirando hacia adentro, y no hacia afuera de la jaula. Muy posiblemente haya sido un error de la inteligencia artificial (quienes hayan prompteado imágenes en DALL-E o ChatGPT sabe que comete muchos) inadvertido por el equipo de comunicación y el propio Javier Milei, aunque es un detalle y posiblemente no tenga más efecto que el de dar material de burla a usuarios críticos (que colaboran también con el engagement de la publicación).
No solo el presidente memea. No solo sus funcionarios y militantes más jóvenes –que muy probablemente lo acercaron a esta herramienta comunicacional– memean. Memea también la canciller, Diana Mondino, una “señora” que en su descripción personal de Twitter/X se define como “mamá y abuela” (al igual que Milei, reniega de su cargo institucional, quizás para reforzar la narrativa de que no están por los cargos, quizás para impostar una humildad y sencillez que, al menos en el caso del Presidente, no marida del todo con el aluvión autocelebratorio de retuits elogiosos vengan de quien vengan).
La represión policial a manifestantes contra el proyecto de ley en el Congreso avivó la discusión siempre latente sobre los cortes de calle, los partidos de izquierda y las organizaciones sociales, donde el encuadre libertario es que estos grupos representan a privilegiados de la casta política que quieren sostener el statu quo empobrecedor, supuestamente jaqueado por la nueva normativa. Por eso, no solamente protestan, sino que –en teoría– sobreactúan la represión y violencia ejercida sobre ellos por las fuerzas de seguridad (la cual es totalmente verificable), ejerciendo ellos mismos, a su vez, actos de violencia mucho peores (lo cual es, como mucho, discutible). Uno de estos actos sería el golpe y las amenazas (repudiables, desde luego) al joven libertario Patricio Chazarreta por parte de los manifestantes.
Diana Mondino dio mucho que hablar por publicar una versión del meme Buff Doge vs. Cheems (más conocido como “perro grande / perro chiquito”), donde se exalta a Chazarreta (uno de los “jóvenes twitteros” que “siguen domando”, es decir demostrando superioridad lógica y moral, según la jerga tuitera) por soportar los golpes (reales) de los manifestantes, por sobre el dirigente del Polo Obrero Eduardo Belliboni, quien para Mondino “llora represión sin que lo toquen”, con una captura de la imagen que circuló del militante tirado en el piso ante la represión policial y lagrimitas dibujadas sobre su rostro.
Esta celebración de los propios y estigmatización de contrarios que no se atiene a datos ni a proporciones, y que –peor aún– desde un cargo público fomenta como valor la resiliencia a los golpes recibidos y desestima la violencia ejercida desde el Estado es, sin duda, preocupante. En lugar de apaciguar el clima de enfrentamiento que pone en riesgo a ciudadanos de distintas opiniones políticas, la canciller lo alienta abiertamente para seguir alimentando la maquinaria digital de celebradores e indignados, ambos funcionales a darle visibilidad y circulación de su mensaje.
Tweets en respuesta al meme de Diana Mondino, en contra (arriba) y a favor (abajo). El primero ridiculiza la supuesta resiliencia de Chazarreta –según Mondino, un domador– al reproducir la foto del golpe y disfrazarla, irónicamente, de otra cosa, como quien dice “no es que lo están domando, está tocando el saxo”. La segunda reproduce otra foto del episodio, donde la composición de la imagen de Chazarreta (por el plano, la gestualidades, y los lentes de ambos protagonistas) se asemeja al conocido meme WoJak vs. Chad, donde el llorón impotente no hace mella en su masculino y capaz interlocutor.
El mix de victimización y exaltación viril de las figuras libertarias puede parecer contradictorio, pero es un lugar común súper eficaz de su maquinaria discursiva: desproporcionar hechos de violencia aislados y menores, presentarlos como un ataque sistemático en su contra y exaltar a los receptores de esa agresión como héroes estóicos. Conforme se pronuncie la tensión y el conflicto (que el gobierno promueve, tanto por medio de la comunicación como por el curso de sus medidas económicas), cabe esperar que será cada vez mayor su recurso como forma de redoblar la apuesta. Es un método de construcción política abiertamente confrontativo, que busca la polarización por adhesión y rechazo. Si festejan, bien. Si se quejan, bien también. Después con unos cuantos memes le recordarán a su público quién es quién.
@sindicatodedomX, una cuenta libertaria, comparte un video de Chazarreta contando el suceso del golpe y destaca que su mandíbula está “intacta”, es decir su resiliencia. En el video Chazarreta insinúa que el golpe fue flojo (“me fijé que hace boxeo o algo así y me sorprendí porque no pegó como si hiciera boxeo”) y se solidariza con Ramiro Marra, que recibió insultos de los manifestantes, saliendo del Congreso.
Tweet de Ramiro Marra sobre los insultos que recibió de manifestantes a la salida del Congreso. Marra es especialista en convertir las agresiones en su contra en “medallas” como dice el tweet, una estrategia común del discurso libertario.
Todo esto parece indignar a los más apegados a las formalidades de la comunicación política y gubernamental. Algunos de estos indignados son periodistas y personas de la cultura, o influencers de los círculos más progresistas. Es cierto que no es un mero espíritu protocolar o un apego a las formas lo que mueve a la indignación. Las imágenes y contenido que el presidente y la canciller publican y comparten en las redes ofenden por su carácter autocelebratorio para consigo y sus adeptos, y abiertamente estigmatizante para con cualquier forma de disidencia política o diferencia social.
El sueño de terminar con la polarización –si es que alguna vez alguien genuinamente lo tuvo– queda muy lejos cuando la máxima autoridad nacional se desentiende de toda mínima cortesía o autocensura que preserve la convivencia democrática. Ni el macrismo ni el peronismo, que tuvieron también sus fanáticos en redes pronunciando la polarización desde cuentas no oficiales, se animaron a tanto, con la excepción de figuras con cargos menores que quedaban relegadas a ese lugar tan indulgente con la agresividad que es el de “lo polémico”.
Tweet del periodista de CNN en Español Nacho Girón, que expresa preocupación por el uso de memes en la comunicación oficial del presidente y la canciller.
En cierta medida, mucho de todo esto ya fue blanqueado hace unos meses por Agustín Romo, director de comunicación digital de La Libertad Avanza y actualmente Diputado por la Provincia de Buenos Aires. En una entrevista con elDiarioAR, luego del batacazo liberartario en las PASO dijo que se trata de provocar, de hacer “pisar el palito”. Es posible que muchos de los indignados sepan o haya interiorizado ya que reaccionar y compartir el contenido es funcional a los intereses del gobierno al cual se oponen. Tal vez estén convencidos de que las estrategias de comunicación que le sirvieron al presidente en campaña están destinadas a perjudicarlo en el poder. Vale darle lugar a la duda.
26 de diciembre. Publicación en Twitter de Javier Milei, luego de las repercusiones del DNU, que se hace eco de la frase “no la ven”, un lema descalificatorio de la disidencia política, similar a otros como “ah pero Macri” y “tugo” (de “tu go…bierno”). Latiguillos fáciles de aprender y de usar, para darle a los propios herramientas de provocación y discusión en redes contra los adversarios políticos.
2023 fue una elección en la que muchos políticos quisieron adoptar la herramienta comunicacional de los memes. Casi ninguno contaba con comunidades activas de seguidores dispuestos a hacerlos de forma espontánea, así que tenían que mandarlos a hacer. Sus equipos de comunicación escrutaban el material con las suspicacias y deseos típicos de la comunicación política tradicional: “esto no lo podemos decir”, “esto nos hace quedar mal”, “eso van a saber que viene de nosotros”, etc. Por más que el material estuviese destinado a difundirse a través de cuentas no oficiales, las reservas eran parecidas a las de cualquier otra pieza de campaña. No se sentían cómodos con su ambigüedad de lectura y su capacidad ilimitada para ofender susceptibilidades.
Nada de esto le pasó a Milei. Consciente o no de esos factores, que para él eran una ventaja, y asistido por jóvenes muy habilidosos en su uso, él adoptó la herramienta, con la seguridad de ser el único político poseedor de su más poderoso combustible: los fans. Un club que se agranda, provocando, indignado y reclutando de todos lados.