Milei encuadra a los mandatarios provinciales como “la casta” y confía en el apoyo popular más que en las instituciones y los acuerdos políticos.
CÓRDOBA. – Desde la caída de la ley ómnibus hasta ahora, el presidente Javier Milei profundizó la confrontación con los gobernadores y con la mayoría de los legisladores de la oposición. Repostea mensajes agresivos en las redes sociales, incluso de usuarios sin identificar, y se encarga de advertir que echará a los “traidores”. Para el politólogo Andrés Malamud, el Presidente es un “demócrata plebiscitario”, que se mueve traccionado por los votos, y no un demócrata republicano. “Para él, las instituciones son un mal y el pueblo es el bien”, define Malamud.
El sociólogo Marcos Novaro entiende que, desde el comienzo, Milei tenía el plan de gobernar solo, aunque abrió la “posibilidad” de ver qué pasaba con la propuesta de los ministros del Interior y Economía, Guillermo Francos y Luis Caputo, respectivamente, de sancionar leyes. “La de él es la opción más ideológica. Las fuerzas del cielo y sus enemigos, y no hay por qué ceder a las condiciones de las otras partes”, agrega Novaro, y apunta que, incluso, ve una “ventaja en no tener a ningún gobernador a cargo porque está convencido de que son prebendarios; quieren cobrar sin hacer esfuerzo en recaudar; son responsables del gasto”.
Desde Opina Argentina, Facundo Nejamkis ratifica que el Presidente no tiene la lógica de la negociación incorporada, a la vez que “la política” tampoco cree en sus reformas más allá de que le puedan “caer simpáticas” algunas. En ese escenario, es “difícil” que se pueda generar un acuerdo con los gobernadores o los bloques legislativos de la oposición. “Está convencido de que fue elegido para castigar; no acepta que por más que haya ganado con el 56% en un balotaje puede intentar imponer, pero no es que debe ser así”.
El rasgo más sobresaliente, para Lucas Romero (Synopsis Consultores), pasa por las dificultades para tomar decisiones: “Milei confunde a los políticos con la política, que es construir los consensos para tomar decisiones colectivas. Se enoja con la política cuando intenta capitalizar el enojo con los políticos. Una salida es construir una coalición más amplia que le dé sustento. La otra, la estrategia negociadora, no tuvo éxito; se cometieron errores”.
La última medición de CB Consultora marca una caída de seis puntos porcentuales en la imagen de Milei a nivel nacional. En Córdoba, el segundo distrito donde más votos sacó en el país después de la Antártida, bajó en la misma proporción, mientras que en Mendoza fue donde menos, proporcionalmente, bajó, de 69,2% a 67,8%. Cristian Buttié, titular de la consultora, enfatiza que el caudal electoral de Milei es el de octubre, no el de la segunda vuelta. El riesgo que ve es que los no fidelizados podrían empezar a “desconocer el apoyo, a estar más apáticos. Como todo outsider, tiene liquidez pero no tiene solidez política”.
Los analistas, ante un fenómeno nuevo, admiten que no se puede predecir cómo continuarán los apoyos políticos y cómo se resolverá el conflicto abierto entre el Presidente y la oposición, que, hasta hace unos días, era catalogada de “dialoguista”. Malamud sostiene que Milei cree que puede gobernar a través de decretos, delegación de competencias y plebiscitos, todas herramientas limitadas institucionalmente.
Las competencias, repasa, se delegan en toda Latinoamérica; la discusión es cuántas y por cuánto tiempo. El punto es que el Presidente “no está dispuesto a aceptar lo que le dan”, considera Malamud. En la teoría de los juegos, el libertario va por los confrontativos, donde las partes “lo que buscan es ganar; hay que ver quién tiene nafta para aguantar”. Y añade Malamud: “Milei no está asustado; pisa el acelerador y deja el volante quieto. ‘No puedo doblar; doblen ustedes’ les grita a los gobernadores”.
Romero comparte que el libertario apuesta al “chicken game”, aunque apunta que está “urgido” por los tiempos porque la sociedad espera “resultados; no está dispuesta a esperarlo infinitamente”. “Él cree que las urgencias las tienen los gobernadores, por falta de plata; él las tiene para demostrar que el programa económico funciona, que tiene viabilidad política y, para todo eso, necesitaba mostrar capacidad de toma de decisiones. Las opiniones públicas con que lidian los gobernadores ven que hay condiciones que genera la Nación”, añade el analista de Synopsis.
Novaro no ve espacio para la moderación. “Aunque hay algunos que quieren cooperación legislativa, Milei y su grupo no están apenados porque no exista. Las legitimidades divididas son resultado del sistema electoral y pueden llevar a crisis institucionales. El Presidente no puede cerrar el Congreso y el Congreso puede bloquearlo, pero necesitan formar mayorías”, dice.
Los analistas consultados advierten que la posición de Milei implica riesgo en función de las experiencias, pero también reconocen que la Argentina está ante una suerte de “experimento”. La del libertario es, según Novaro, una “versión extrema de la autonomía presidencial” que funciona en los arranques, con alta popularidad, pero si el resto coordina, “se vuelve en contra”.
Nejamkis diseña distintos escenarios posibles. El más racional pasa por construir legitimidad en la eficiencia del Gobierno y, en las elecciones de mitad de mandato, lograr mayorías. Otro es –sin dejar a un lado la “pirotecnia”– armar una estrategia de gestión y usar los recursos institucionales para los que está habilitado y así avanzar. Un tercero es confrontar en lo discursivo y en lo institucional y usar decretos y hasta una consulta popular para presionar. El último que Nejamkis cree hipotético es el de una “confrontación con erosión de la opinión pública, que desemboca en crisis de gobernabilidad”.
“Cristina Kirchner creía que se podían subordinar las leyes de la economía a la voluntad política; Milei pretende subordinar las leyes de la política a la economía. Los dos son extremos –aporta Romero–. Cree que se resuelve todo en un Excel. En la pelea con los gobernadores puede terminar pagando más costos él que ellos”.