En Argentina, desde la economía feminista festejan el reconocimiento por partida doble. Es que durante el primer debate presidencial, uno de los candidatos más competitivos, Javier Milei, negó la desigualdad de ingresos entre hombres y mujeres.
La Real Academia de las Ciencias Sueca que otorga todos los años los famosos Premios Nobel a distintas disciplinas, galardonó a la estadounidense Claudia Goldin por sus aportes a evidenciar la existencia y explicar las causas de la brecha de ingresos entre hombres y mujeres. En Argentina, desde la economía feminista festejan el reconocimiento por partida doble: es que el domingo pasado durante el primer debate presidencial, uno de los candidatos más competitivos, Javier Milei, negó la desigualdad de ingresos entre hombres y mujeres.
El timing jugó a favor del feminismo: apenas una semana después de que Javier Milei haya dicho frente a una audiencia de más de 4 millones de personas (42 puntos de rating) que tiene evidencia empírica para negar la brecha salarial de género, porque “cuando se desagregan los promedios y se toma profesión por profesión, la desigualdad desaparece”; la investigadora estadounidense Claudia Goldin fue reconocida con un millón de dólares, una medalla de oro de 18 quilates, un diploma y, sobre todo, el prestigio de un Premio Nobel de Economía por aportar evidencias sobre la brecha de ingresos entre hombres y mujeres.
Aportes
“Las investigaciones de Claudia Goldin nos han dado una visión nueva y a menudo sorprendente del rol histórico y contemporáneo de las mujeres en el mercado de trabajo”, explicó el jurado del Premio Nobel. Uno de los principales hallazgos de Goldin fue ordenar, corregir y reconstruir la serie de datos existentes sobre tasas de empleo de las mujeres en Estados Unidos. “Estas han sido, a menudo, incorrectas”, aseguró la academia, “Por ejemplo, antes era habitual que en los censos y registros públicos a las mujeres se las designara “esposas” como ocupación, sin importan si tenían empleo, incluso remunerado”, continuó. Las correcciones de Goldin demostraron que, históricamente, la tasa de empleo de las mujeres casadas era casi tres veces superior a la registrada en los censos.
Con los datos ordenados, llegó la segunda evidencia: el crecimiento económico no es condición suficiente para mitigar la desigualdad de ingresos por género. “La participación histórica de la mujer en la población activa estadounidense podría describirse mediante una curva en forma de U entre los años 1800 y 2000”, aseguran desde la Real Academia Sueca. Dado que el crecimiento económico fue constante a lo largo de este periodo – durante, por ejemplo, la Revolución Industrial-, la curva de Goldin demuestra que el crecimiento económico no significa una mejora en la desigualdad de ingresos.
Finalmente, Goldin fue pionera en introducir a la familia (el matrimonio y la maternidad) en el centro del análisis y protagonista de sus modelos explicativos. Una de las principales causas que la profesora de Harvard identificó como variable que mejoraró la participación de las mujeres en el mercado laboral fue la aparición de las pastillas anticonceptivas, que dieron la posibilidad de planificación familiar. Goldin descubrió que la pastilla hizo que las mujeres retrasaran el matrimonio y el parto, que demandan más tareas de cuidado y por lo tanto horas de trabajo no remuneradas que caen mayormente sobre las mujeres. Eso permitió que además puedan elegir carreras más largas – desde la década del 70, cada vez más mujeres empezaron a estudiar economía, derecho y medicina-.
En estos últimos años, la académica se dedicó a investigar otro fenómeno: la diferencia de ingresos entre mujeres y hombres que, en los países de renta alta, oscila entre el diez y el veinte por ciento, “a pesar de que muchos de estos países tienen legislación sobre igualdad salarial y las mujeres suelen tener más estudios que los hombres”. Según los datos del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad nacional, en Argentina las mujeres ganaban 25 por ciento menos que los hombres en el primer trimestre de 2022.
¿A qué se debe esto? Goldin identifica una explicación clave: la paternidad que exacerba la cantidad de horas de trabajo no remuneradas. “Las diferencias iniciales de ingresos entre hombres y mujeres son pequeñas. Sin embargo, en cuanto llega el primer hijo, la tendencia cambia; los ingresos caen inmediatamente y no aumentan al mismo ritmo para las mujeres que tienen un hijo que para los hombres, aunque tengan la misma educación y profesión”.