En un mundo obsesionado con el crecimiento económico, el paradigma está cambiando. ¿Es la productividad el único camino hacia la prosperidad, o deberíamos priorizar la felicidad de las personas sobre las cifras del PIB? Yuval Noah Harari plantea un desafío fundamental que invita a repensar nuestras prioridades. Desde Argentina, un país con una rica historia y una compleja realidad, surge la necesidad de reflexionar sobre cómo abordamos este dilema y qué lecciones podemos aprender de experiencias globales.
En su influyente libro “Homo Deus”, el historiador y filósofo israelí Yuval Noah Harari desafía las concepciones convencionales sobre el progreso humano, cuestionando si el crecimiento económico y la productividad son los únicos indicadores de éxito en el siglo XXI. Mientras que en el pasado el PIB per cápita solía ser considerado el criterio supremo de prosperidad nacional, Harari propone que la felicidad interior bruta (FIB) debería ser una medida complementaria, e incluso sustitutiva, del PIB.
La pregunta fundamental que plantea Harari es: ¿qué es lo que realmente busca la gente? ¿Es la producción de bienes y servicios el fin último, o es la felicidad el verdadero objetivo de la existencia humana? Si bien la producción es crucial para proporcionar la base material para la felicidad, no es el fin en sí misma.
Argentina, como muchos otros países, se encuentra en una encrucijada entre la búsqueda de la productividad y el bienestar de sus ciudadanos. En la actualidad, el país enfrenta desafíos económicos, sociales y políticos que hacen imperativa una reflexión profunda sobre qué tipo de sociedad queremos construir.
Un ejemplo notable es el contraste entre Singapur y Costa Rica. Si nos atenemos únicamente al PIB per cápita, Singapur parece ser el país más exitoso. Sin embargo, en encuestas de satisfacción vital, los costarricenses informan niveles mucho más altos de felicidad que los singapurenses. Esto plantea la pregunta: ¿qué preferiríamos ser, productivos pero insatisfechos, o menos productivos pero felices?
El caso de Corea del Sur también es revelador. A pesar de su impresionante progreso económico y educativo, la tasa de suicidios ha aumentado drásticamente en las últimas décadas. Esto sugiere que el bienestar humano va más allá de los indicadores económicos y requiere una atención integral a la salud mental y emocional de la población.
En Argentina, donde la historia ha dejado huellas profundas y la realidad presenta desafíos multifacéticos, es crucial considerar cómo abordamos este dilema. ¿Deberíamos seguir persiguiendo ciegamente la productividad a expensas de la felicidad de las personas, o es hora de reevaluar nuestras prioridades y buscar un equilibrio más justo y sostenible?
El desafío planteado por Yuval Noah Harari nos invita a reflexionar sobre el verdadero significado del progreso y la prosperidad en el siglo XXI. Más allá de las cifras del PIB, la verdadera medida del éxito debería ser el bienestar y la felicidad de las personas. En última instancia, el objetivo de cualquier sociedad debería ser crear las condiciones para que todos sus ciudadanos puedan llevar vidas plenas y significativas.
En un mundo cada vez más interconectado, donde las fronteras entre países se vuelven más difusas y los desafíos globales requieren soluciones compartidas, es vital que Argentina y otras naciones se unan en un esfuerzo común por promover un enfoque más humano y centrado en las personas hacia el desarrollo y el progreso. Solo así podremos construir un futuro más justo, equitativo y feliz para todos.